lunes, 9 de abril de 2012

El Clásico es la resurrección para América

Hace tiempo que el Clásico Nacional languidece. Desde hace años la memoria registra los partidos del decenio de los ochenta y a los guerreros de aquellas batallas épicas. Después de dichos encuentros sólo se inscriben algunas excepciones dignas como el 3-4 de América ante Chivas en la temporada 1993-94, el 5-0 de Chivas sobre el América en el Torneo de Invierno 96, y un 3-3 en el Clausura 2006.

Los demás han sido partidos perfectamente olvidables. Esta semana previa al choque de ambos cuadros considerados entre los cuatro grandes del futbol mexicano se cuestionó si era mejor el Clásico Nacional al Regio entre Monterrey y Tigres. El resultado de ambos partidos confirmó el crecimiento de los norteños y el declive del Guadalajara-América que vive más del recuerdo.

El desempeño de ambos equipos en el estadio Omnilife es perfectamente olvidable y no correspondió a la pasión de los aficionados que sigue intacta, la misma que empujó a una gran mayoría a adquirir sus boletos en la reventa pagando precios de mil a dos mil pesos.

Los 41 mil 400 aficionados (según cifras oficiales) acudieron al inmueble rojiblanco en busca de encontrar las mismas emociones que construyeron en décadas pasadas héroes como Zelada, Alfredo Tena, Vinicio Bravo, Outes, Brailowsky, Ortega, por América, y Ledesma, Quirarte, Madero, Chepo de la Torre, Concho Rodríguez, Yayo de la Torre.

Sin embargo, el gol de Paul Aguilar a cinco minutos del final generó la explosión en la tribuna. Si el partido dejó deudas pendientes en emociones y en futbol todo eso quedó borrado, al menos para los seguidores del América, y sobre todo para el técnico Miguel Herrera que desahogó su presión festejando eufórico con Juan Carlos Medina, y con su auxiliar técnico Santiago Baños.

Es un triunfo que representa más allá de tres puntos: es la catapulta a la zona de clasificación, y el sepulcro para su acérrimo rival. La derrota deja al Rebaño prácticamente fuera de combate en su lucha por ubicarse en el octavo lugar, se queda con 15 unidades en la posición doce de la tabla general.

Es un Clásico olvidable en emociones comparado con las batallas épicas de otros tiempos. Pero no lo será para Ignacio Ambriz, ni mucho menos para el asesor de lujo de Chivas, Johan Cruyff, quien mandó a su yerno Tod Bean a observar el partido en el palco de Jorge Vergara. Es un Clásico que posiblemente defina el destino de Nacho.

Para América es la resurrección.

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