En casi un mes, Panamá ha puesto la correa al Tri del Chepo de la Torre: dos victorias y un empate, ambos triunfos en la Copa Oro. Lo ha puesto a comer de su mano. Esta noche de miércoles lo eliminó en Semifinales ante una multitud de 81,410 aficionados, mayoritariamente dolientes, es decir, mayoritariamente mexicanos.
2-1 el saldo. Jaime Penedo la figura salvadora y beatificada por Panamá en el Estadio de los vaqueros de Dallas, en un encuentro de altibajos en calidad, en intensidad y en dominio.
Y nuevamente, el cántico en la tribuna, el himno fúnebre que acompaña a México en fechas recientes, se posesionó del estadio como una ola amarga de hiel: "Fuera Chepo, fuera Chepo".
Panamá confirma su evolución de seis años. Si ponerle la bota al pescuezo al presunto Gigante de la Concacaf no lo es, no habría mejor graduación.
¿El destino del Chepo? Habrá reunión este fin de semana en México entre Héctor González Iñárritu, Justino Compeán y Decio de María.
Ahora, Panamá enfrentará a Estados Unidos en la final de la Copa Oro, el próximo domingo en el Soldier Field de Chicago.
EL SUICIDIO DEL HOMICIDA
México jugaba a la ruleta rusa, pero con la recámara del revólver totalmente cargada.
Pretendía salir con trazos largos, para mantener compacta su defensa. Pero imprecisos, los balones quedaban divididos y por lo alto. Panamá se divertía. Porque encima, facilitado su trabajo defensivo, mantenía el balón deslizándose en la cancha, con rapidez, ejerciendo dominio.
Y con sus líneas dispersas, los errores eran imperdonables. Y a la primera torpeza, Panamá se espabila y pasa factura. Lo hace con rapidez, para que sea doble el sufrimiento mexicano. Blas Pérez aparece en el área. Los años le afloran: controla, amaga, define, por arriba en un fusilamiento sin violencia a Jonathan Orozco.
México presiona. Su migraña deja de ser la habilidad del adversario, sino la crudeza del marcador. Encuentra complicidad en los canaleros, que repliegan y eligen el contragolpe como arma.
Por izquierda, Marco Fabián le enreda la osamenta a Román Torres, con serie de amagues y recorte final. Gana tiempo y sirve a segundo poste, donde el diminuto Luis Montes se tira en semipalomita para equilibrar en el marcador, un trámite que en la cancha ya había equilibrado México. El 1-1 a los 25' no sólo es un borbotón de oxígeno, sino oportuno.
Y los goles son arcanos de lo inesperado. El efecto de las anotaciones es inversamente proporcional a lo esperado. Panamá se contrae con el 1-0 y se descompone con el 1-1. El gol en contra sacude al Tri ante sus urgencias y obligaciones, y el 1-1 lo asienta en el control metiendo a ocho panameños al fondo.
Desenlace con más abulia que drama. Los 20 minutos son capítulos de pudor y fuerza, pero no alcanza la fluidez de futbol de ninguno para ir más allá de un remate que exige acrobacia de Jonathan Orozco y un remate sin fuerza de Márquez Lugo. Ansiedad es una moneda que a veces no alcanza a pagar la angustia siquiera. 1-1 y al reposo.
LA BOTA ROJA
Erráticos. Desorientados. Desesperados. México y Panamá se ahogan en imprecisiones desde tácticas hasta técnicas. La pelota se convierte en un enemigo para ambos. La mejor respuestas por México a los '55, cuando Luis Montes aguarda que la pelota le llegue franca, dócil, prisionera, pero su disparo es un espantasuegras, una culebra huidiza de destino ciego lejano a la portería.
Hasta entonces, el 1-1 parecía un pacto de resignación entre dos equipos más preocupados por no equivocarse, que por buscar un espasmo de inspiración asesina.
Pero Panamá rompe el desencanto. Dos Torres se colapsan sobre México. Gabriel en la concepción y Román en el remate, entre el descuido defensivo de Joel Huiqui. 2-1, al 6-1.
Esta vez, Panamá se atreve a jugar con fuego. No recula, sino que arriesga. Trata de montar un dique para frenar la salida de México y obligarlo a proezas individuales. Lo más cercano a un escarceo de gol es el disparo de Montes a un lado y Penedo estira el esqueleto para consumar la atajada a un disparo colocado del Chatón Enríquez.
Al borde del abismo, Chepo ingresa a Brizuela y a Chuletita Orozco por Castro y Márquez Lugo, con un jugador que mueva la pelota y un rematador, quede claro, sin palabra de honor ante los grandes desafíos.
Y es Brizuela quien se cita con la gloria y la desdeña. A los 78', un descuido le otorga pararse franco ante el portero, bombea el balón pero Penedo nuevamente con el roce agónico de las puntas de los dedos, desvía.
Y el juego alcanza algidez, drama, emotividad. México en desordenado abordaje y Panamá en ordenado contraataque. El estoicismo defensivo y la avidez ofensiva protagonizan un cuadro de angustia dolorosa: la afición quiere ser parte de la hazaña y puja y empuja, pero brevemente, a espasmos, porque la el aliento constreñido no alcanza para alentar y sufrir& y eligen lo segundo.
El acoso sobre la meta de Penedo se vuelve casi obsceno. Centros, disparos desde todos los ángulos, ensayos de paredes. Todos los esfuerzos son abortados puntualmente por la zaga panameña y el heroico Penedo.
La afición mexicana se desquita de la única manera posible. "Fuera Chepo, fuera chepo", como plegaria, como súplica, como reclamo, como exigencia, como llanto, como resignación.