La afición de Chivas había llegado a su límite de paciencia. La noche de este martes el clamor de la llamada barra Irreverente no soportó más la actuación del equipo. El debut en la Copa Libertadores de América que debía ser un revulsivo para sacudirse la mala racha del torneo local, fue la confirmación de que el Rebaño está severamente enfermo.
Pero los seguidores rojiblancos están desesperados y no soportan lo que están atestiguando en cada partido. Y es que al Deportivo Quito de Ecuador hizo poco y así exhibió al Guadalajara.
Una vez más la exigencia a los protagonistas de la cancha que pusieran fuerza, pero de una manera que se hizo constante y que fue creciendo como el hongo de una bomba atómica: "¡Jugadores la p... de su madre, pongan hue... que Chivas es más grande!", y después sólo se escuchaba el "¡Pongan hue...! ¡Pongan hue...!". Un reclamo que seguramente taladraba los oídos de los jugadores que aparte debían resistir observar las tribunas desoladas en la peor entrada del estadio Omnilife desde su apertura en julio de 2010. Según la cifra oficial del sonido local, la asistencia fue de 9 mil 488 aficionados.
El Guadalajara que dirige Nacho Ambriz no tuvo los argumentos para revertir los abucheos, los silbidos, ni los cantos ofensivos. Chivas fue un equipo frágil, tembloroso que perdía con facilidad el balón ya fuera en la entrega en distancias cortas o en el momento de retenerlo, y ante la incapacidad de elaborar una jugada el mejor recurso era el pelotazo.
El único que intentaba hacer jugadas distintas era Julio Nava con caracoleos en el área, pero no sabía definir, mientras que el joven Carlos Fierro deja en claro que a sus 17 años no es la solución en la delantera.
Ante el pobre espectáculo en la cancha, la afición prefirió dejar de lado su coraje e impotencia para divertirse en la tribuna con un balón que llegó producto de un disparo desviado.
El reclamo final fue para el dueño del Club Guadalajara, Jorge Vergara, quien se niega a reforzar al equipo: "¡Vergara hijo de p...", y "Ch... su madre Vergara".
Pero apareció Omar Arellano para salvar la noche, y sobre todo darle estabilidad al técnico Nacho Ambriz.
Sin embargo, ni el empate en el último minuto sirvió para evitar que la gente despidiera con abucheos a Chivas.
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