Una prueba más. Ya no es el Brasil del alarido. Ya no es el Brasil del embeleso. Es el Brasil del bostezo. Es el Brasil de los espasmos. Es el Brasil del esfuerzo mínimo por el logro máximo.
Y con eso le alcanza a Brasil. Este miércoles le puso de firma 2-0, y le entregó prácticamente el certificado de defunción a México en la Copa Confederaciones.
El Tri aún debe enfrentar a Japón este sábado, en un trámite tan ocioso, como oficioso. El diploma del menos peor del Grupo A, no cura heridas aunque pueda engañar a tontos deseosos de ser engañados y que son, masoquistas de cuño propio, mártires del autoengaño.
Brasil simplifica el esfuerzo. Juega a los límites de la comodidad. Hiere de muerte a sus víctimas, y las deja desangrarse. No gusta de masacres, pero tampoco de compasión. El primer gol lleva la eutanasia incluida.
Cuando su árbol genealógico está lleno de épicas fascinantes, el Brasil de nueva semilla y viejas necesidades, ha elegido no querer honrar a sus antepasados, y se inclina por limitarse a conjugar el verbo ganar, al margen de si el adversario le deteriora el presupuesto, y la torcida ilusionada debe resignarse a que le den limosnas de artes, a cambio de triunfos constantes, contantes y sonantes.
Pudiendo ser un homicida en serie, Brasil tiene ese regusto amargo de tentar al suicidio, pero al final sigue con vida.
¿Los goles? Ambos joyas de Neymar.
El 1-0, Hulk por izquierda recibe apenas un arañazo señoritero de Andrés Guardado, y ante semejante cortesía de pasarela, sirve a segundo poste. Maza Rodríguez interrumpe, pero su cabezazo sólo es, de nuevo, complicidad con el contrario, porque la entrega a una preciosita volea de Neymar que vence a José de Jesús Corona.
El 2-0, a los 92'. Neymar tiene ataque masivo de arrepentimiento y decide dar una golosina a la tribuna. Pero le entrega un tiramisú completo. Por derecha, par de amagues, le revienta el cigüeñal a Hiram Mier, mientras el espantapájaros privilegiado del Tri, Maza Rodríguez, lo contempla y le da paso franco de manera increíble. Y le entrega un regalo a Jo, quien no perdona fusilando a Corona.
SIN PRISAS...
Brasil juega con taxímetro. 15 minutos de hacer sufrir y obligar al rival a resistir. Y no más. El resto, prefiere resistir y sufrir.
En 15 minutos dio un recital. Creó y procreó un gol con toda la cicuta destilada de Neymar. Y México estaba enloquecido. Brasil recreó un segundo gol. E insistió, pero, de nuevo, atajadas de José de Jesús Corona y un error del teodolito calibrado del mismo Neymar puso la pelota rebotando en el tejado de México.
Y como pasó ante Japón. Brasil quiso jugar al gato y al ratón. Tendió la emboscada, y aunque tuvo dos contragolpes el desenlace en esas jugadas fue mal manejado.
¿Y México? Esos primeros 15 minutos en los que la Orquesta Brasileña llenó de su futbol el escenario, parecía sentenciado. Le ganaban las anticipaciones, le desbordaban por todos los caminos posibles.
Pero, Brasil, como manda el incoloro e inodoro e insaboro dogma de Felipao Scolari, se pertrechó y se apoltronó. Sin marcas asfixiantes, con medio terreno sin garitas, con tiempo y espacio para atreverse, el Tri encontró que la llanura era suya hasta dos terceras partes de la cancha.
Brasil juega con fuego, pero casi siempre termina cremado el adversario. Por momentos México se ilusiona. Genera peligro. Mete artillería al área, pero los remates se iban desviados, entre los ataques profundizados y organizados por Giovani.
Con Brasil displicente, el Tri incluso se atreve a comer de la fruta prohibida. Taquitos, desbordes, encares, y se siente cómodo incomodando a su verdugo, especialmente arreciando sus pretensiones de empate cuando David Luiz se desangra de la nariz y debe ser atendido tres veces fuera de la cancha.
Sería necio pretender honrar al empuje mexicano por ver a los amazónicos en su último tercio, cuando ya es una recurrente pantomima de Scolari, que muchos se tragan con el sable del suicidio, como lo sufrió Japón en sus alucinaciones de sentirse mejor.
Pero, al final, el más persistente México, ante el más complaciente Brasil, no alcanza a modificar la metáfora de horca que señala el marcador: 1-0.
CIERRA LA TRAMPA...
La segunda mitad, Brasil aprieta en el control, pero como no conoce arpías de la cancha como desesperación, miedo, angustia, entonces se dedica a buscar sin prisa una nueva limosna para el cepo ansioso de goles de sus torcedores.
Pero las posibilidades se generan en ambas porterías. Neymar, Hulk y Frey desperdician el 2-0, mientras que por México, el ingreso de Pablo Barrera empieza a generar centros. Uno de ellos era un citatorio de gol, una reunión con la historia, pero Chicharito Hernández llega tarde a las que siempre llega temprano y cuando estira la pierna, la pelota se ha escurrido. En esa misma jugada, cierra Guardado por izquierda, pero estrella el disparo en un defensor.
Y el México insurgente del cierre del primer tiempo y parte del segundo, termina sólo preocupando, pero no asustando a un Brasil que termina entre la abulia, pidiendo la hora, pero no por angustia, sino porque sentían que la faena estaba hecha. La bestia enemiga, se desangraba sola&
Pero apareció al 92' Neymar con el 2-0. Y con sus dos goles, Brasil sigue siendo un carnaval sin límites sobre el exiguo vencido.
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