Fue un 0-0 con Costa Rica. Cierto, México se cansó de intentar, de meter balones al área, de llegar a línea de fondo, pero nunca encontró el gol, porque en realidad sólo en una ocasión Aldo de Nigris tuvo una oportunidad auténtica y fiel a su estilo, la marró.
El resumen puede ser simple en el Azteca: cero goles, cero victorias, cero futbol& y ¿cero Mundial?
Queda claro: en esta selección de México no hay continuidad de equipo, apenas aventuras individuales, pero sin héroes accidentales, apenas, villanos incidentales.
¿Costa Rica? El mejor de la Concacaf. Inteligencia, trabajo táctico, osadía, personalidad y buen trato del balón. Su personalidad le bastó para desafiar el Estadio Azteca, la altura y el mito pernicioso del Gigante de la Concacaf. A lo tres los encaró y a punto estuvo de faltarles al respeto.
Y una pregunta hecha en Twitter: ¿tres empates sin goles anotados en el Estadio Azteca, equivalen a otro Aztecazo? Anímica, moral y espiritualmente, sin duda.
La realidad de México en la Tabla del Hexagonal Final la conocerá el 18 de junio cuando todos tengan cuentas iguales y sumas disparejas.
Y la afición no guardó silencio. Por sectores, en la tribuna del Estadio Azteca se escuchaban las protestas: "Fuera Chepo, fuera Chepo, fuera Chepo".
MANO A MANO...
Error de Maza en la salida. La pelota termina en Campbell, quien penetra al espacio baldío que deja Jerry Flores. Conduce, penetra, y sobre la desesperación de Héctor Moreno, cruza su disparo. El balón elude a Corona, pero se estrella en su poste izquierdo.
Y eso apenas fue al minuto 4. Es decir, fue una promesa de que el duelo no se entretendría en pusilanimidades en media cancha, ni tampoco con empalizadas al borde del área para promulgar defensivas extremas.
Intensidad. Fuerza. Rabia. Talento. Inteligencia en recuperar y distribuir la pelota. Por ambas partes, pero en especial mejor manejo, más claro, más inmediato, más convencido en intenciones por parte de Costa Rica.
Al margen de que los cambios reanudan el flujo de balones en el área de Costa Rica y al margen de que mejora la verticalidad en los despliegues de México, la impotencia sigue siendo el sello. Balones que se estrellan en los zagueros, servicios que se ven precipitados, centros a ciegas, en un equipo que no se encuentra ni con los ojos abiertos.
Esto se explica fácilmente: el Zorrillo Herrera luce nervioso. Bien ubicado, guerrero al pelear la pelota, pero sin ritmo ni entendimiento y equivocando balones.
Sin embargo, pese al control tico de los primeros minutos, México planta opciones de gol: Aldo de Nigris con remate de zurda, y otro balón que le rebota, son parte del inventario de las embestidas de México, que meten pelotas en estampida, pero sin encontrar rematador.
Chicharito es el sobresaliente de México, se convierte en el que marca zonas de ataque, distrae, y además se convierte en ese destinatario libre en auxilio del compañero.
En deuda seguían un Pablo Barrera penetrante pero nervioso, y lesionando rivales a pelotazos en las piernas; y un Andrés Guardado simplemente inexacto, es decir, no se equivocaba con la cabeza, pero sí con los pies. Y De Nigris: nueve balones perdidos en la disputa directa o por malas entregas en el primer tiempo.
Hay un sello en el primer tiempo: Costa Rica se confirma con el mejor futbol del Hexagonal Final, ordenado, versátil, y esa relativa condescendencia de espacios que deja, permite al Tri, sin ser alentador, apenas tolerable, hacer su mejor juego de la eliminatoria.
0-0, pero cierra con los ticos imponiendo condiciones, exigiendo un lance maravilloso de Corona, y con México siendo víctima de la desesperación, del temor a equivocarse, del temor a sus propios temores.
DESESPERACIÓN Y PRECIPITACIÓN...
Chepo no se atreve a hacer cambios que parecían urgentes. Hace acomodos tácticos: le exige a Carlos Salcido rebasar constantemente a Guardado y eso beneficia a ambos, pero no logra convencer a Herrera de ser socio auténtico de Barrera. Cada quien juega su propio partido. Y por el lado derecho, es un terreno baldío.
Se atreve poco a poco el Chepo de la Torre: Saca a De Nigris y mete a Raúl Jiménez, saca a Barrera y mete a Aquino, quien apenas en su primera pelota desborda a fondo, pero la cobertura arruina su centro.
Los ticos se solazan en la cancha del Estadio Azteca. Controlan el juego sin necesariamente controlar el balón. Han tendido su línea táctica y la siguen con asombrosa disciplina. Llegan poco, pero estremecen con histeria la tribuna, desde un zapatazo de Campbell, hasta una horrorosa salida de Corona.
México insiste, transpira, intenta, sufre, se angustia, pero el 0-0 queda como otro par de aretes de vergüenza.
Insisto: tres empates sin goles anotados en el Estadio Azteca, equivalen a otro Aztecazo. Anímica, moral y espiritualmente, sin duda.
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