Atlas acarició la gloria. Por 16 minutos observó desde arriba al resto de sus rivales. Pero el sueño duró poco. Santos le rompió las ilusiones, primero al empatarlo, y después al arrebatarle hasta el punto que ya tenía para derrotarlo por 1-2 ante un estadio Jalisco imponente que clamaba por ver a sus rojinegros en la cima.
Al minuto 61, cuando Isaac Brizuela cayó sobre el césped por un empujón de Felipe Baloy, más de 30 mil aficionados estallaron sus gargantas. Más, cuando el árbitro señaló el penalti.
Sabían que estaban a las puertas del paraíso. Habían transcurrido catorce largos años desde la última vez que Atlas estaba en la cumbre. Desde aquel Torneo de Invierno 99, en que la generación de Ricardo La Volpe hacía maravillas en la cancha y lo reflejaba en triunfos, un equipo rojinegro no lograba treparse a las alturas.
Y Omar Bravo también lo entendió. Asumió su rol de ejecutor, tomó el balón, escuchó la voz del estadio Jalisco que lo empujaba a cubrir de gloria al equipo al que alguna vez él goleó en los Clásicos con Chivas. El mochiteco no se distrajo con los movimientos de su ex compañero rojiblanco Oswaldo Sánchez, se perfiló y disparó potente con su privilegiada pierna derecha para sacudir con violencia las redes. 1-0 al '63 que representó alcanzar ese liderato general luego de que Tigres había empatado 1-1 con el Rebaño.
Bravo festejó, gritó, y se dirigió a la banca, pero no con sus compañeros, sino para abrazar al autor intelectual de su resurrección: Tomás Boy.
Pero ese liderato sólo duró 16 minutos porque Santos lo despertó del sueño al empatarlo al '79 con un remate de cabeza de Rodolfo Salinas.
La actitud del Atlas tiene un doble merito, tomando en cuenta el ambiente enrarecido que se detonó el jueves cuando los jugadores decidieron romper la tregua con la directiva de no dar a conocer su inconformidad por el retraso del pago de sus sueldos. Sobre todo, porque la respuesta que habían recibido de la directiva fue solamente una promesa más de cubrir la deuda para después.
Pese a todo, los rojinegros salieron rabiosamente a pelearle a Santos cada centímetro del terreno de juego.
La intensidad que imprimieron los dos derivó en un partido de constantes roces que amenazaba salirse del control del silbante.
Atlas comenzó dominando, con mucha posesión del balón, pero fue el cuadro del portugués Pedro Caixhina el que tuvo las mejores aproximaciones en el primer tiempo.
Para la segunda parte, ambos se liberaron de la presión, hubo más llegadas, y entonces se generó el penalti sobre Brizuela, Bravo anotó, después Salinas igualó, y al '88, Darwin Quintero congeló las emociones de los seguidores rojinegros al disparar desde fuera del área y sorprender al portero Miguel Pinto para el 1-2.
Atlas se quedó en el segundo lugar de la tabla general, y aún no se despoja matemáticamente del problema del descenso.
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