México en semifinales, ante Panamá. La historia se repite en la Copa Oro. El Tri vencer a la Tri de Tobago. 1-0 con gol de campeones, de americanistas: #todoesculpadeLayún y apagando el fuego, el hombre del morboso extintor, Raúl Alonso Jiménez, ayer, ambos, con Luis Montes, los mejores en la cancha.
Fue un triunfo jugado en dos terrenos: a pico y pala, y por momentos, con pulcritud, especialmente por las distancias y facilidades que otorgaba Trinidad y Tobago.
¿Mejoró México? Sin duda. ¿Lució México? En el esfuerzo, en la combatividad y en la integración de líneas, aunque siempre cabrá el argumento de castigo: "Sí, ante Trinidad y Tobago".
Lo cierto es que está en semifinales. Ante la Panamá que goleó 6-1 a Cuba, ese mismo equipo canalero que se impuso en el juego de apertura por 2-1 en el Rose Bowl de Pasadena.
Cierto, es un Tri distinto, que ha evolucionado ligeramente, pero también es una Panamá que ha fortalecido su consistencia de equipo. No hay garantías.
EMOTIVO, INQUIETANTE...
Apenas el primer minuto desangraba sus segundos y México puso a salivar de gol a la afición. Jiménez y Márquez obligan a despeje desesperado en la antesala y enseguida volea de Montes que mete taquicardias a Williams. México encima. Asfixia ante el nerviosismo y desconcentración trinitaria.
La reacción es lenta, pero sólida. Porque a los minutos 9 y 10, Trinidad y Tobago monta un Halloween en el área de México, incluyendo circense desviada de Jonathan Orozco. Y la respuesta inmediata de México es un servicio al área de Layún, que Márquez Lugo estrella en el arquero.
La afición delira. El péndulo de su inquietud oscila y se estruja entre la angustia y la fiesta. Los amagues de gol en ambas puertas torturan la incertidumbre. El sadomasoquismo tiene la perversión de la autocomplacencia.
Desfallecen todos. Los 45 minutos del reloj, la dinámica de los jugadores, y el estrujante anhelo de los aficionados. Pero el agotamiento de todos los pulmones, no saca del sopor indiferente el marcador. El 0-0 permanece como una mueca desafiante a dos selecciones que codiciaron la pelota, pero no consumaron diferencias en la pizarra.
La pausa sentará bien a todos. Especialmente a un Tri que domina el terreno, la pelota, pero no encuentra la calma ni la puntería para transfigurar su posesión y embestidas, en la distancia en el marcador.
ÚLTIMA BATALLA...
Días antes, había dicho Leo Beenhakker que no se involucraba en trabajos tácticos del equipo que dirige Stephen Hart. Debió ser otro el motivo por el cual durante el medio tiempo bajó al vestidor de Trinidad y Tobago y regresó minutos después de arrancar el segundo tiempo a su sitio de observación en el palco de prensa.
El trámite no sufre modificaciones sustanciales. México imponer orden y T&T responde manteniendo orden con la apuesta más descarada, y encomendada a la Santísima Trinidad del Contragolpe.
Jiménez estremece la tribuna con una media tijera que desempolva el poste izquierdo de Williams quien ya había atajado disparos de Montes y Márquez Lugo, en los intentos del Tri por ponerle un premio a su dominio, que está cerca de conseguir con un cobro de Layún pero el arquero trinitario demuestra su destreza desviando ese y otro más de Montes. El arquero de 29 años del W Connection no comete errores y no tolera aciertos del adversario.
Para cambiar el rumbo, Chepo de la Torre organiza par de cambios. Chema Cárdenas sustituyo a un extenuado Gullit Peña, mientras que el Chuletita Orozco sustituye a Márquez Lugo.
Las primeras reacciones de las modificaciones fueron preocupantes. Gullit recuperaba y producía, mientras que Márquez Lugo intentaba iniciativa en terreno corto. Cárdenas acosa, estorba, pero no despoja.
Pero la ventaja y el boleto a semifinales llega para México a través de su mejor fórmula de ataque, americanista por cierto, cita a Layún por derecha en desborde y centro, y la aparición letal de Jiménez, en su posición natural, donde gravita y aniquila: 1-0. Minuto 84.
La Tri de Tobago quiso salvar el pellejo, pero encontró aplomo en México, que jugó, de nuevo, tras la encerrona de los trinitarios por 60 minutos, abierto, pero esta vez con el veneno de la desesperación.
Pero sobrevivió el 1-0, con la solidez de una mejoría y con la apuesta de una esperanza ante Panamá, que había pedido, tras el 6-1, el derecho de repetir la hazaña, para que no dejará de ser histórica.
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